lunes, 13 de enero de 2014

Animales más dóciles en las islas


Cuando Charles Darwin visitó las Islas Galápagos, se fijó en que muchos de sus animales no mostraban miedo ante la presencia humana. Sacudió a las aves con su sombrero, tiró de la cola de iguanas y se sentó sobre tortugas gigantes.
Estas experiencias alimentaron su famosa idea de que los animales se vuelven dóciles cuando viven en islas remotas sin depredadores. Ahora, William Cooper Jr, de la Universidad de Indiana–Universidad de Purdue en Fort Wayne ha puesto a prueba la hipótesis de Darwin en 66 especies de lacertilios (lagartos) de todo el mundo y ha demostrado que los animales insulares tienden a ser más mansos que sus parientes continentales, la prueba más sólida hasta ahora de esta idea clásica.
Varios estudios e informes no publicados ya habían demostrado que en las islas donde hay pocos depredadores resulta más fácil acercarse a ciertas especies, mientras que estas huyen más deprisa cuando existen animales cazadores introducidos, como gatos salvajes. Pero a pesar de estos datos, en gran parte anecdóticos, todavía no se había establecido que se trata de un fenómeno general que puede afectar a cualquier grupo animal.
No huir para no abandonar los recursos
Cooper y sus colaboradores obtuvieron datos de varios estudios en los que se indicaba la distancia a partir de la cual los lagartos comenzaban a huir al ser abordados por un investigador. Adoptaron un enfoque conservador: descartaron los estudios en que los investigadores habían señalado con la mano a los animales, se habían acercado a ellos más deprisa o lentamente que cierta velocidad, o incluían poblaciones que se habían habituado a la presencia humana.
El equipo recopiló los datos de 66 especies, desde la lagartija vivípara (Zootoca vivipara) hasta la iguana marina de las islas Galápagos (Amblyrhynchus cristatus). Los resultados mostraron claramente que los humanos podían acercarse más a los lagartos de las islas que a los de los continentes, y que los reptiles menos temerosos correspondían a los de las islas más alejadas de tierra firme. Según los autores, la influencia de la ecología insular resulta tan importante que anula los efectos de la historia evolutiva.
Los resultados no explican por qué los lagartos insulares son más mansos que los del continente, a pesar de que la escasa presencia de depredadores en las islas es la razón más probable de ello. Los animales asustadizos podrían abandonar innecesariamente recursos valiosos, y se esperaría que la selección natural eliminaría este tipo de respuestas cuando apenas hay depredadores. Cooper desea poner a prueba esta idea, aunque señala la dificultad de obtener datos válidos sobre el número, densidad y tipos de depredadores en diferentes islas.

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